¿salir, no salir?. Muchas opiniones, mucho respeto a todas
ellas y finalmente pudo más la situación de la sociedad actual, las ganas de
dejar atrás esa idea que el franquismo quiso dar de nosotros y nosotras, recuperar
la libertad, un paso adelante hacia la verdadera libertad.
Los días antes fueron de emoción contenida, incertidumbre nerviosa,
preparativos, dudas… pero sobre todo ilusión y firmeza con la decisión tomada.
Llegar allí e irnos encontrado los hermanos y hermanas, la
fraternidad nos unía en una cadena de unión invisible. ¡y llego el momento!!,
nunca imagine que ponerme la banda me haría sentirme tan feliz, ¡pero que gran
responsabilidad! El gran momento nos hizo agarrarnos a la pancarta con una
fuerza extraña, la fuerza de los y las que ya nos están, de aquellos y aquellas
que nos precedieron y muchos de los cuales murieron por ello, por su único
crimen SER MASÓN O MASONA.
Durante la manifestación fue muy emocionante ver las caras
de asombro de las personas que leían nuestra pancarta, muchos y muchas nunca habían
visto a masones, pero lo que nunca podre olvidar eran las lágrimas que
afloraban en los ojos de algunos mientras recordaban a los seres queridos que
les fueron arrebatados “por este delito”. Ya solo por eso, pienso que valió la
pena nuestra presencia.
Durante los días siguientes, creció la alegría por las
reacciones surgidas por nuestra aparición, pero también algunas dudas que el
tiempo aclarará.
Lo cierto es que hay un antes y un después del día 8 de marzo
de 2014.
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